CAPITULO 31: Todo lo que quiero es a ti.
No sabía exactamente a donde ir, solo quería olvidarse del
mundo, olvidarse de sus problemas, y de esa estúpida pelea ocasionada por ese
gilipollas y sus celos enfermizos.
¡Estúpido, estúpido, estúpido Thomas! ¿Por qué se había
tenido que aparecer así de la nada en sus vidas? tenía ganas de matarlo,
aniquilarlo, desaparecerlo, todo con tal de alejarlo de Bill.
Sabía que su relación con Bill no era tan buena como antes,
y ahora que Tom había entrado de nuevo a sus vidas podía especular que iría
peor. No andaba nada errado.
Condujo hasta esa ya conocida casa, a la cuál recurría cada
que se sentía solo, o triste por alguna reacción por parte de Bill, hoy iría
porque se quería sentir amado, aunque el ser que le fuera a dar amor esa noche
no fuera el pelinegro. Poco le importaba, ya se las arreglaría él para
imaginarse a su novio.
Bajo de su auto, sabía que el chico estaba ahí, como
siempre, esperando solo a que recurriera a él cuando y a la hora que el ojiazul
quisiese, dándole amor sin esperar recibir algo a cambio. Así funcionaban las
cosas entre ellos, y aunque le doliera, él sabía que Jared nunca dejaría al
pelinegro por cuenta propia.
—Hola —saludo el chico sonriente, pero
no era más que una sonrisa fingida, en realidad no estaba feliz, su corazón se
comprimía al saber que venía de ver a Bill, y seguro las cosas habían salido
mal, solo por eso le buscaba.
—Hola Robert —le saludo el ojiazul
sin ganas, también fingiendo felicidad. —¿puedo pasar la noche aquí?
—Sabes que siempre estaré aquí para
ti. —le dijo el chico de pelo castaño.
No le agradaba para nada la idea de
ser “el otro” pero ¿Qué más daba? simplemente no podía negársele a Jared cuando
lo veía en ese estado, y odiaba a Bill por no hacer al ojiazul feliz, a él no
le importaba tener que ser el malo del cuento con tal de darle la felicidad que
Bill le negaba a Jared, tan solo algunas horas. Le gustaba hacerlo sentir
amado.
Jared, pesé a esa obsesión que él le llamaba “amor” por
Bill, pensaba mucho últimamente en Robert, pero no se podía estar enamorando ¿o
sí? aunque tenía que admitir que cada día amaba más esa sonrisa que le
inspiraba tanta confianza y amor.
El ojiazul estaba agradecido con el chico de cabello
castaño, él lo atrapaba cada vez que caía. Al menos se sentía amado por él. Las
puertas de su corazón siempre estaban abiertas, así que él podía entrar a la
hora que quisiese, aunque le rompiera el corazón cada que se marchaba de nuevo
detrás de Bill.
-*-*-*-*-*-
Andreas y George los veía embelesados desde atrás de la
puerta de las escaleras, por la pequeña ventana que está tenía. Simplemente se
les hacía tan bonito verlos ahí, juntos de nuevo, besándose.
Ninguno se había querido perder la “acción” de esa noche tan
mágica, rara y especial, y por consecuencia, habían seguido a sus amigos a la
azotea del departamento. Querían ser parte de ese capítulo en la vida de sus
amigos, por eso habían decidido ir a espiarlos aunque fuera solo un poco, su
curiosidad no le haría daño a nadie.
Tom tomo por la nuca al pelinegro y esté solo se dejaba
besar sin rechistar, dejando que la oscuridad y frió de la noche hiciera esa
escena perfecta.
Andy estaba a punto de llorar de la emoción de ver a su
amigo ahí, con su verdadero amor, con ese chico que aunque él pelinegro jurara mil veces no amar, él sabía que no era
así, le seguía amando incluso más que antes, la distancia solo había servido
para intensificar el amor de esos viejos adolescentes, que ahora habían dejado
esa etapa atrás, volviéndose más maduros.
George dejo de mirar por un momento a
su primo y se concentro en el rubio que tenía a lado.
—Qué bonitos se ven… —dijo Andy
tratando de contener las lágrimas de alegría. No podía quitar los ojos de él
pelinegro y el trenzado, que se besaban como si el mundo no existiera, y fuera
solo de ellos.
—Sí, hermoso... —pero el chico no se
refería a Bill y a Tom, sino a Andreas. El rubio se percato de eso y le miro,
encontrándose frente a frente con esos ojos tan azules como el mismo cielo, que
podían con él, y que en tan poco tiempo se habían vuelto su paraíso personal.
Dicen que cuando conoces al amor de tu vida el tiempo se detiene… y es
verdad.
George sentía demasiadas cosas cuando
estaba cerca de Andy, cosas que nunca antes había experimentado, era como si
miles de mariposas recorrieran su estomago con tan solo verle, cuando hablaba
con él, aunque fuera por teléfono, sentía ese miedo interno de decir algo que
al rubio le disgustara, pero también se sentía muy cómodo cuando estaba con él,
con solo verlo a los ojos sentía que todo iría bien, lo demás no importaba.
No tenía ni una puta idea de lo que
era estar enamorado, pero si eso era lo que se sentía, estaba dispuesto a
dejarse llevar, no quería sufrir el mismo destino que Tom, y darse cuenta de
que en verdad amaba a Bill cuando lo había perdido, no, eso no pasaría con
ellos.
Sin darse cuenta, poco a poco habían
reducido la poca distancia que los separaba minutos atrás. Andreas miraba
alternamente de sus ojos a su boca, deseando tomar esos labios como suyos, pero
no quería ser tan atrevido. George hacía lo mismo, ¿acaso iban demasiado
rápido? tal vez, pero ya tendrían tiempo para resolver ese problema luego, así
que sin pensarlo más lo besó.
Era un beso tierno, dulce y pausado, apenas juntando sus
labios, no quería espantar al rubio y
que lo tomara por aprovechado, él no era de dar de ese tipo de besos, si es que
así se le podía decir, era más de besos desenfrenados llenos de lujuria y
pasión, de esos besos que les daba a sus conquistas cuando iba a algún antro;
pero Andreas era especial, y ambos lo estaban disfrutando.
No querían, pero tuvieron que separarse cuando la falta de
oxigeno en sus sistemas se hizo presente.
Miro a Andreas a los ojos, y pudo notar un brillo especial
es sus ojos, y lo sonrojadas que estaban sus mejillas. Él estaba igual, solo
que no lo podía notar.
—Lo siento, tal vez estoy yendo
demasiado rápido. —se disculpo pesé a que le había encantado besarlo, si
Andreas le pedía que no lo hiciera más, lo respetaría.
Bajo la mirada, el rubio aún no le contestaba nada y se
sentía un poco estúpido, solo que no sabía el porqué.
—Bueno, soy un poco impaciente, por
lo tanto, me gustan las cosas rápido. —Volteó a mirarlo de nuevo y se encontró
con la bella sonrisa que Andy le dedicaba, se veía angelical y el simplemente
quería comérselo a besos. El rubio quería lo mismo, así que tomo la iniciativa.
Después de todo había sido una buena
cita.
Mientras tanto Bill y Tom se sonreían
mutuamente. Ambos estaban muy felices, bajo el cielo estrellado que los
cobijaba, sus corazones latían más rápido que de lo nunca en sus vidas lo
habían hecho.
Tom seguía sosteniéndolo entre sus
brazos, y ahora no había otro lugar en el que él pelinegro quisiera estar. Sus
cuerpos encajaban a la perfección, no había más.
—¿Y ahora que pasara con nosotros? —pregunto
Tom sin querer hacerlo, tal vez el pelinegro se arrepentiría de lo que había
hecho, y eso le rompería el corazón.
—Nada. —dijo un poco más serio,
mirando la ciudad.
—¿Cómo? ¿entonces porque me has
besado? ¿no sentiste nada?—pregunto un Tom confuso y dolido.
—Sí. —Bill solo contestaba
monosílabos y eso le molestaba.
—¿Entonces?
—Te besé porque quise, pero sé que
está mal, no puedo hacer esto y prometo que no volverá a suceder —lo miro a los
ojos y se separo de el abrazo— perdón por hacerlo, en verdad quiero que seamos
amigos. —Tom asintió, sabía que si se ponía a alegarle al pelinegro tendría
todas las de perder. — Tengo novio y ahora mismo me siento una completa mierda
por sentir esto estando aquí contigo.
—¿Y qué es lo que sientes? —pregunto
el chico de trenzas interesado por la respuesta que el otro le daría.
—Esas estúpidas mariposas de antes,
al parecer nunca desaparecieron. —dijo sincero. Tom se sintió feliz, Bill
prácticamente le estaba diciendo que aún lo quería, aunque no con esas palabras
exactamente, pero lo hacía.
—¿Sabes que lucharé por ti cierto? —le
sonrió un poco.
—¿Qué es lo que quieres de mi? —le
contesto el pelinegro, sabía que se estaba yendo por la tangente, pero no podía
evitar hacerlo. Él sabía perfectamente que Tom lucharía por él, y tenía miedo a
caer de nuevo ante sus encantos, tenía miedo de lo que él mismo pudiera a
llegar a sentir de nuevo teniéndolo cerca.
—Todo lo que quiero es a ti —le dijo
con tono seguro— te traeré de vuelta a mí, como siempre debió haber sido.
Bill, pesé a que no quería sonreír,
lo hizo. Le había encantado que se lo dijera, que fuera sincero con él.
—No será fácil. —replico el
pelinegro.
—Lo sé, pero me esforzaré.
Una parte de él quería seguir besando
a Tom, sin pensar en el daño que le haría a Jared cuando se enterará, pero simplemente
su moral no se lo permitía, Jared se había portado tan bien con él todo esté
tiempo, lo había cuidado y le había ayudado a sentirse mejor, que ahora pagarle
con esa moneda sería totalmente desagradecido de su parte.
Era un mal novio, el peor de todos.
Jared era un ángel, Thomas el
demonio, y él un completo idiota que no había pensado las cosas antes de
actuar, antes de besarlo. O al menos eso pensaba ahora, que era completamente
ingenuo a lo que su novio hacía cuando se sentía solo, o mejor dicho, a quién
recurría.
Ese beso, había provocado millones de
sensaciones en su interior, no quería parar, pero tuvo que hacerlo cuando la
imagen de su novio perforo sus entrañas, haciéndolo caer en cuenta de que
estaba mal lo que hacía.
Tom vio que el pelinegro se había
sumergido de pronto en sus pensamientos, así que decidió que ya era hora de
irse, la madrugada estaba por llegar, y el frió sería aún más fuerte, no quería
que Bill se enfermara.
—Supongo que es hora de que me valla.
—Bill quería gritarle que no, que quería seguir ahí con él, no quería acabar
con ese momento, pero sabía que tarde o temprano Tom se tendría que ir, así que
no le quedó más que aceptar.
—Sí, supongo que nos vemos mañana.
—Supones bien, mañana empezaré a
trabajar en la empresa.
Bill asintió de nuevo, estaban en
silencio, pero no era uno incomodo, ambos miraban al contrario, simplemente no
podían dejar de hacerlo. Tom quería besarle de nuevo, pero no lo haría.
Se levanto de su lugar, y Bill lo
miro desde el suelo, odiaba tener que dejarlo marchar, se odiaba a sí mismo por
ser tan cobarde para detenerlo, pero no solo era él, también tenía que pensar
en Jared.
Tom se agacho hasta quedar a su
altura, y tomando a Bill por sorpresa, le dio un dulce beso en la mejilla, muy
cerca de los labios, es más, hasta podía asegurar que había sentido sus labios
sobre los de él de nuevo.
Se marcho y Bill se quedó ahí unos
minutos más, se sentía tan bien el probar sus labios de nuevo, suponía que eran
como droga y él era un jodido adicto que estaba más que contento por haber
recibido un poco de esa dosis diaria que le había hecho falta todos estos años.
Toco sus labios con su mano derecha y
no pudo evitar sonreír ante lo que el chico de trenzas le había dicho.
“—Todo lo que quiero es a ti, te traeré de vuelta a mí, como
siempre debió haber sido.”
Recordó el horóscopo que había leído
días atrás en el parque, cuando había visto a Thomas por primera vez después de
tanto tiempo, y decidió que el horóscopo tenía razón. Él estaba dispuesto a
dejar que Tom hiciera cambios en su vida, tal vez se arrepentiría de nuevo,
pero por esa noche así lo había decidido.
Tráeme de
vuelta, estés donde estés, todo lo que quiero es a ti…
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